sábado, 11 de abril de 2020

PANDEMIA DOS

PARA SEGUIR  BIEN
HAY QUE QUEDARSE EN CASA

      Ayer Viernes Santo por la noche, el presidente Alberto Fernández anunció la segunda ampliación del aislamiento social obligatorio -cuarentena-, ahora hasta el próximo 26 de abril. Lo hizo en base a los buenos resultados que se vienen obteniendo y a fin de aplanar la curva lo máximo posible, ralentizando el pico a fin de evitar el desborde del sistema de salud. Señaló -y no fue desmentido, dicho por las dudas-, que las proyecciones para esta fecha en caso de no haber existido la cuarentena, era de 40.000 infectados -contra 2000 actuales- y de duplicar el número cada 3,33 días, mientras que ahora se produce cada 10,66 días. Estos números hablan por sí solos, el esfuerzo conjunto viene dando hasta ahora resultados más que satisfactorios. Pero la expresión "hasta ahora", no es sólo literal, sino que es una advertencia, conociendo a la idiosincrasia de los argentinos.

    Todos en mayor o menor medida nos vemos afectados, tanto en lo laboral como en lo emocional. Aunque siempre hay excepciones, refiriéndonos a lo laboral, porque hasta en las peores crisis, hay quienes saben sacar provecho de las situaciones desgraciadas. Los cuervos comen carroña, restos de animales o de humanos, porque la naturaleza lo hizo así. Pero cumplen una función, porque todo ser orgánico vivo que muriera y no fuera enterrado, se descompondría al aire libre provocando bacterias que pueden infectar y matar a otros seres vivos. Si bien tienen  muy mala prensa, merecen nuestro respeto. Quienes especulan elevando los precios, aprovechándose de una situación delicada o despiden a sus empleados para renovar personal o no pagarles en tiempos de crisis, cuando hasta hace unos días "la levantaban en pala", como se dice en la calle, sólo merecen el repudio de la sociedad. Y no es referencia a los dueños de las pymes, que trabajan codo a codo con sus empleados, que conocen a sus familias, que se "alegran con sus alegrías y se entristecen con sus tristezas". La referencia es para aquellos que forjaron -más con sacrificios ajenos que con los propios- multinacionales, que no se alegran ni se entristecen con las alegrías y tristezas de sus empleados, no digamos porque no les importa, no seamos malos. Digamos porque ni siquiera los conocen. 

     En esta nueva etapa, se van a incorporar a la vida laboral algunos prestadores de servicios como los talleres de reparación de automóviles y las gomerías. Pero la situación es dinámica, para bien como vino siendo hasta ahora o -esperemos que no- también lo puede ser para mal.

    En el primer párrafo, nos referimos a la idiosincrasia de los argentinos. Exitistas a ultranza o pesimistas a finish. Blanco o negro. Los grises no figuran en el diccionario de la Real Academia del Estilo de Vida Argentino. O nos morimos todos, o "a mi nunca me va a pasar". Por suerte, algo está cambiando en la sociedad, gracias a esta pandemia: cada vez menos gente lee este diccionario. Pero todavía existen quienes lo hacen, por eso se ven largas filas de automovilistas, tratando de salir a la ruta para alejarse de la cuarentena. Y son peligrosos, vaya que lo son. 

      Alberto Fernández dijo "vamos bien", pero también dijo "falta mucho". Creer que la batalla está ganada, sería un exitismo cuasi criminal. Como también lo es el ignorar al virus, al estilo Bolsonaro, Trump o Boris Johnson. Los dos primeros se hacen isopados en forma constante. El tercero, está en terapia intensiva. Los tres países, del llamado primer mundo, cuentan a sus infectados y muertos de a cientos por día. Nueva York, la capital del mundo financiero -no una ciudad del tercer mundo, de un país emergente, o "de cuarta", como podría pensar el Donald que no es el pato- ya está enterrando a sus muertos en fosas comunes. Cuando se llega tarde, el dinero no mata a la pandemia, sino que la pandemia mata al dinero. 

    La recomendación de Alberto Fernández, es en términos llanos, portarse bien. Hay mucha gente que no puede trabajar y eso, también a la larga o a la corta, va a afectar a quienes sí pueden trabajar. Porque cada uno depende del otro, aún los carroñeros especuladores. Pero si decaemos o si se alarga la cuarentena  por culpa de la desidia, va a ser peor. Y eso, lo tenemos que tener muy en cuenta.