miércoles, 22 de enero de 2020


 14/5/1930  17/1/2020


CON LA PARTIDA DE
JUAN CARLOS SARABIA
LA CULTURA NACIONAL
PERDIO A UNO DE SUS VALUARTES


                No necesitó ser el mejor cantante, ni un eximio guitarrista, para transformarse en único e irrepetible. Así, al ritmo de una zamba lenta, tranquila, natural, se extinguió la vida de Juan Carlos Saravia, quien dejó el “casi”, para transformarse en una leyenda.

                Unico e irrepetible, como lo fue “su” conjunto, Los Chalchaleros, casi desde que se convirtieron en cuarteto en el Teatro Alberdi de Salta, dejando ya de ser los dos dúos de amigos – uno formado por los primos Saravia: Juan Carlos (el gordo) y Aldo (el Chivo) y el otro por Víctor (Cocho) Zambrano y Franco (Pelusa) Vera-, que habían coincidido en la fiesta de la Primavera del año anterior del Colegio Nacional. Tres guitarras y un bombo, marca registrada del conjunto, imitados luego por infinidad de conjuntos. Pero la peculiar forma de “cantar – no cantar” la última sílaba de algunas palabras, defecto producido por la falta de aire, fue su sello distintivo. Y tanto lo fue, que el estilo perduró a pesar de que esa falta de aire fue solucionada, tomando lecciones de canto.

                La imagen de Juan Carlos Saravia artista, es ampliamente conocida, a través de sus actuaciones, entrevistas, su libro autobiográfico -imperdible lectura- o las cientos/ miles de anécdotas, cosechadas a través de 54 años de recorrer escenarios, incluyendo los dos años que les llevó la despedida -de allí el dicho “más largo que despedida de los Chalchaleros”- pero quien esta nota escribe, quiere dar fe con una anécdota personal, de que lo que lo enaltece no son sólo las palabras. Con el permiso de los lectores para tomar la primera persona, cuento que tuve el honor personal y profesional, de haber entrevistado a Juan Carlos en tres oportunidades y una a Facundo, siempre representando a medios de prensa de los denominados “chicos”. El trato de los Saravia para conmigo, fue siempre cordial, amistoso, dándome el tiempo que necesitara para mi tarea profesional, sin ningún tipo de apuros ni mucho menos de condicionamiento. Repito, ellos eran estrellas, yo simplemente un periodista representando a un medio como dije, “chico”. La primera entrevista había sido pactada con la secretaria del conjunto, “Mima”, si la memoria no me traiciona por el paso de los años. Pero por un cambio de fechas, un acto en el cual Juan Carlos sería galardonado por una universidad porteña con el título de “Doctor Honoris Causa” en la disciplina de Folclore, coincidía con mi entrevista. Entonces, Juan Carlos en forma personal, me llamó por teléfono -yo no estaba en la que entonces era mi casa, habló con mi mamá largo rato- para sugerir otra fecha, contar el por qué del cambio y él que era una de las máximas estrellas, disculparse con el periodista joven representante de un medio chico, que era yo. Esta anécdota, pinta de cuerpo entero su bonhomía, sencillez y respeto, conque se manejó a través de los años. Podría haberme avisado por medio de su secretaría o incluso no avisarme. Pero lo hizo de la forma referida. El público devuelve lo que recibe y a Juan Carlos “Lalabia” -otro de sus apodos, no se necesita explicar el por qué- le dio muestras de cariño incondicional en donde quiera que él estuviese.

                No era el mejor cantante, no era un eximio guitarrista, pero fue único e irrepetible. Y por sobre todo… fue “muy buena gente” y este es un calificativo que no está al alcance de cualquiera.

                ¡Hasta Siempre, querido maestro Juan Carlos Saravia!